martes, 10 de octubre de 2017

Fer Barbagallo actualizó su estado.
25 de abril
A los ocho años, siendo estudiante de segundo grado, levanté la mano en el colegio católico al que iba, para decir que Jesús era el mayor de siete hermanos, hijo de Dios como cualquiera de nosotros aunque había elegido ser mucho mejor y que su papá se llamaba José.
Recuerdo la mirada atónita de la maestra y la mirada posterior de todos mis compañeros cuando el director de la escuela entró al aula para preguntarme de dónde había sacado yo todo eso. Con la misma inocencia de la primera declaración dije que de mi casa, de los libros de mi mamá.
No recuerdo ya si esa misma noche o algunos días después mi mama se sentó a hablar conmigo. - Fernanda, no digas esas cosas en la escuela.
El lío en mi cabeza era un infierno, evidentemente fue mí primera conciencia de haber pecado y ni sabía por qué. Le dije que no iba a hablar más. Me pidió que si leía sus libros que no los comente y yo le pregunté sobre la verdad. - Qué es verdad entonces?
Yo tenía ocho años, a esa altura la verdad es lo que dicen mamá y papá. Yo esperaba que esa verdad me salve, me devuelva paz. Mamá respondió - no lo sé, cuando seas más grande vas a tener que encontrarla por vos misma. No hubo paz.
Fue la primera vez que su respuesta me dejó en medio del vacío en el que aprendí a vivir de allí en adelante. En el que aprendí a vivir con mucho vértigo de allí en adelante.
Al año siguiente mis papás se separaron y yo me mudé de casa por primera vez. No nos llevamos ningún mueble, sólo ropa y libros. Cambié de escuela al finalizar ese mismo año.
Empecé a leer todo lo que encontraba: el Principito, Muchas Vidas, muchos maestros, Rayuela, El Don de Volar, las obras completas de Benedetti, Galeano, Dolina.
Desde entonces he vivido en catorce casas, desembarcando en cada una de ellas como si fuese la última, partiendo de cada una de ellas como si fuese la primera. A los dieciocho me fui a estudiar a otra ciudad: libros y ropa, los libros que eran de mamá: Páginas de Silvina Bullrich, El Hacedor de Borges, 20 poemas de amor y una canción desesperada de Neruda, Ilusiones de Richard Bach, El Libro de los Espíritus de Kardec, El lobo estepario y Siddhartha de Herman Hesse.
Recién ahora me pongo a leer Siddhartha, de verdad. El buscador, el peregrino.
Hoy comprendo que mí madre no sólo me ha dado la vida, sino también este amor por el vacío y una búsqueda de La verdad que no he abandonado nunca. En todo y a cambio de todo. Con presencia plena, como unica constante. Con los ojos de quien en cada paso descubre el mundo.
De la mujer tenía que nacer el Mago.
Sigo al sol. Rezo bajito. Sí, a todo.
Kin Maya: MÅGÖ Cristal Blanco

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