lunes, 26 de diciembre de 2016

Amo los fractales. Dicen que Björk hace música a través de los fractales. Y a mi me gusta la música y me gusta Björk y también los caleidoscopios. Cuando miro mi vida con un poco de distancia, es decir, despojada de las emociones y de todo eso tan, tan humano: veo fractales.
La casa en la que más años viví fue mi casa de la infancia. Tenía piso de granito en ambos comedores: en uno blanco con negro y en el otro negro con blanco. Yo elegía una baldosa al azar y en ella, una sola de sus formas y me iba al otro comedor a sentarme en el piso y a buscarla. Mi abuela Julia decía que podía pasar horas así. Para mí el tiempo sólo era el instante entre las dos formas repetidas, minúsculas. Sólo interrumpía si tenía que comer o si sentada en el piso, me picaba una hormiga.
A veces pienso que si existe el destino y si existe Dios, tienen que ser un fractal. Como lo son las montañas, las nubes, los árboles, el canal de nuestra sangre. Entonces encuentro "Björk - fractal - Islandia" y escucho a la vida llamando desde el centro: 0 1 1 2 3 5 8 13 21 34