martes, 10 de octubre de 2017

Uno siempre se enamora de un alma y de cierta forma que tiene el alma propia de ir acomodandose, sin tirones, sin pérdidas, sin jaleos. Lo mismo con la otra.
Entones solo son, es, crecen, florecen. No tienen que jugar con el dolor, con el abismo, no quieren celeste ni un ojo menos. Cómo si la otra alma fuese su alimento. Aunque no se proponga ser su alimento. Porque eso no es algo que pueda darse desde la conciencia, ni desde las mejores intensiones. Cómo si la otra alma fuera su abrigo natural, su naranjo: comida y sombra.
Cuando dos coinciden así. Solo así, es eterno.
amarillo: (el naranjo de casa)

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