viernes, 18 de junio de 2010

GENTLEMAN & LADIES

- según mi humilde opinión, que lejos de ser verdadera, al menos es mía -

Gentleman

Quien se ha encontrado alguna vez con un caballero sabe distinguirlo en los primeros segundos porque un caballero no tiene razones, ni motivos para serlo como tampoco tiene excusas, ni justificaciones para dejar de serlo.

Convengamos que cualquier monstruo del lago Ness se convierte en príncipe cuando se enamora, como por arte de besos o cosquillas en la panza comienza a crecerle la cortesía, el romanticismo, la cordialidad. Y de hecho comienza a volverse hermoso. Aunque, convengamos también, que el enamoramiento no es un sentimiento de larga duración y que incluso a veces, jamás llega. Pero si aún habiendose estacionado en nuestra acera, ese traje es ficticio comenzará a deshilacharse por la rutina, la pereza, por los defectos del otro, encontrará motivos para marchitarse. Y de tantos tirones volverá al estado original o peor aún: el monstruo del lago Ness al menos tiene un tamaño considerable, en cambio ese nuevo - viejo ser llega a la condición de "bicho canasto" que protesta, hace zapping con el TV, contesta con monosílabos, y hace ruidos al dormir. Me acuerdo de una frase del Negro Dolina que viene al caso cambiando sólo una palabra: "Y si queremos que el mundo piense que somos una gran nación, sepamos que lo más conveniente es ser de veras una gran nación. Mientras llegan esos tiempos, podríamos empezar a fingir que no fingimos". Él hablaba de argentina, bien podríamos sustituir la palabra "nación" por "caballero".

Por su parte el que sí lo es despilfarra cortesía con hombres y mujeres, no importa la edad, la raza o la condición; tiene clase que no es cursilería, atenciones que no son molestias invasivas constantes, sabe mirar y actuar donde las circunstancias le dejan espacio para un gesto, que no por mínimo deja de ser inspirador.

A gentleman it´s a gentleman aún sin haber hecho méritos para recibir sus ademanes. Ceden su abrigo con el frío; en una fiesta llena de gente, ceden su silla, no beben dos tragos de su copa sin ofrecerla a quienes tienen en frente, preguntan por el pequeño gesto discordante que hacemos, aún cuando el resto no ha visto nada. Si apoyan su mano en alguna parte de nuestro cuerpo, hombros, cintura o si toman nuestra mano lo hacen con la presión justa que permite sentirlos ahí, parados frente a nosotros, presentes. Junto a ellos una se siente reina de corazones, dama de honor de un cuento de hadas, hermosa y sensual aún con harapos y piensa... si este señor además me amara.... Porque las mujeres, lejos de sentirnos comprometidas ante semejante presencia, comenzamos a acercarnos como abejas a la miel aún cuando sabemos que el cortés galán no pasará de ser un buen amigo sin derecho a roces. Porque los hombres así no se olvidan y de tiempo en tiempo una suspira y piensa en ellos.

Después están los demás, los que paso a paso se hacen lugar en la bolsa del descuido o los que se transforman por un instante y por otro instante también se destransforman y vuelven a ser labios que se aproximan inciertos, palabras que ejercitan la distancia, miradas sin derrotero que saltan de una mujer a otra a pesar de nuestros ojos. A ellos se los lleva la marea apenas una ola resuelve beber un sorbo más de arena. Pero un Gentleman permanece en el alma aún cuando se ha ido.


Laddies

No con todos me he comportado como tal, pero siempre he elegido la misma contracara. En retrospectiva pienso que en ocasiones he sido ciertamente una bruja dotada tal vez de una sola facultad, el sincericidio. Más allá de eso alguno no se ha dejado impresionar por mis dotes maléficos y se ha quedado a ver qué seguía después o en qué me convertía luego de conjurar las palabras fatales. Y se ha encontrado con mi otro yo, con el de fondo. Entre las cosas que no olvidaré jamás, una vez me han dicho: - cuando vos sos mala, yo no te creo, reaccionas así porque estás herida es más - dijo - si te abrazo en este momento hasta sos capaz de llorar. Y por supuesto que lloré, quien puede sacarle así las mascaras a uno, no se merece menos que sus lágrimas.

En los últimos tiempos creo que muchos hombres han olvidado la belleza de ser hombres y muchas mujeres, la belleza de ser mujer y andan haciéndose añicos el alma como si la competencia fuera a dejar algún ganador, como si a ese ganador le sirviera la victoria si el otro ya no está ahí. La libertad sexual de la mujer, reivindicadora de la igualdad de derechos, ha sido mal entendida por ella y por ende, mal aprovechada. Ser libre no quiere decir acostarse con cualquiera, que las noches de alcohol finalicen en la cama con un extraño, que ese extraño sea más extraño aún en el segundo del después y sin embargo sonrían, saliendo a buscar a otro extraño que se olvidará la siguiente mañana. Ser libre no impone romper los códigos cuando uno ama o es amado, no impone buscar afuera lo que no crece dentro de una relación. Algunas semillas germinan con agua, constancia, paciencia y sol.

Una ladie debe elegir, debe ser capaz de distinguir por delicados aromas entre aquellos que valen la pena y aquellos que no. Y después de elegir debe observar y después de observar debe decir y después de decir debe comprobar si esa uva que parecia de pura cepa lo es y si lo es, si no se ha conformado con ser pasa. Una laddie debe saber sobre calor, sobre poesía, sobre moda, sobre el mundo que se edifica afuera: en las empresas, en los shopping, en los restaurants de alcurnia pero más debe saber sobre el que se edifica adentro: en pantuflas, con cariño, con dolores de garganta, con música.

En "Mujeres esperan, junto a mi, el autobus" de Rodolfo Serrano comenté: "las mujeres tenemos la exageración en las entrañas y ante lo tremendo, un nido en cada mano". Eso es una laddie, quien hace hueco en sus brazos para que sus hijos reposen y deja al descubierto su espalda para que su amor la abrace. Y mientras tanto, va dejando miguitas para que sepan cómo encontrarla. Todo lo demás son máscaras.

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