miércoles, 3 de agosto de 2011

de útero a cenizas

Si pudiera volver a sentir como esa niña
perderle el miedo al mundo que ya ni recuerdo cómo es entregarse
cómo es el abrazo de quien te sabe bien
los huesos, los dolores, la fiebre a la mitad de la noche,
las canalladas sin malas intenciones,
la suerte de esperarte con la mesa tendida para el amor
que se posa en el milagro de los panes y los peces.
Si pudieras devolverme la inocencia que bebiste de a sorbitos
los ideales de izquierda que se me han caído en este gobierno
y en el anterior, en reconocer del mundo la siniestra.
El deber a la hora en que el despertador suena
y yo que casi me acercaba a vos soñando
con un chupetín en la boca del vaso de champan
que burbujeaba estrellas de pompones de bruma.
Ni siquiera puedo decirte que caí porque para eso tendría que haber subido,
no puedo decirte que el ratón son los padres con disimulo,
que la joroba del camello asomado en la ventana
era mamá tapada con una manta escondiendo los regalos
entre los zapatos que me apretaban los pies.
Perder todas las ilusiones para ver que no se puede vivir sin ellas…
Seguiré saliendo a mirar el cielo como todas las noches buenas
esperando que Dios se reinvente en leche tibiecita que alcance para todos.
Prefiero la poesía
a las noticias de la tarde sobre el hambre
y el odio y las razones de este mercader o el que le sigue.
Al fin y al cabo, después de la tempestad
la sortija espera para que demos una vuelta más,
otra vuelta de útero a cenizas.

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