Para mirar,
hay un momento en que los ojos deben retirarse para que nada sea visto, para dormir
detrás de las pupilas.
Para
saborear, hay un momento en que el gusto debe acariciar el paladar, la lengua, el
interior de las mejillas, debe danzar con la propia saliva.
Para
escuchar, hay un momento en que los oídos deben replegarse en el silencio,
mecerse en él como un barco en alta mar.
Para oler,
hay un momento en que el olfato necesita de los olores familiares: la propia
casa, el barrio, el sudor de la piel que nos diferencia del mundo.
Para
sentir, hay un momento en que el tacto debe acariciar el aire, el perfume de
una flor, la humedad de un día de sol en un clima templado.
Y después los
sentidos, todos, deben abrirse de los espacios comunes a los espacios menos
habitados, a los lugares inhóspitos, a los lugares que son refugio de otros.
Hay un
tiempo limitado para ello, ya que con su paso, la memoria los va
eclipsando. Y así como un viejo puede tener la virtud de la sabiduría, la
sabiduría también puede ser una trampa. La trampa de la que salvan los niños,
que tienen la virtud de la ignorancia. Mientras tanto los que estamos en el
medio vamos alternando entre los caminos antiguos y los jamás transitados.
Pero el
mapa, nunca es el territorio. Y frente a
la misma bandada de pájaros podrás aseverar que fueron veintidos mientras otros
se preguntarán dudando si han sido más de quince. Por eso cuando alguien habla de LA verdad, yo
desconfío. “Verdades caro mio” es la única manera en que podemos acercarnos al
mundo.
EL Universo
compartido siempre es aproximado dentro de un rango que va de diez a uno. Por
eso en mi Argumentum ornithologicum
sólo intento que los sentidos crezcan, que el mapa hable en otras lenguas, crea
en otros credos, rece otros esperantos, mida al sol con otra vara. Al fin y al
cabo sólo Dios sabrá cuántos pájaros vimos vos y yo, volando.
Fernanda
Barbagallo a través de “Argumentum
ornithologicum”
“Cierro los ojos y veo una bandada de pájaros. La visión dura un segundo
o acaso menos; no sé cuántos pájaros vi. ¿Era definido o indefinido, su número?
El problema involucra el de la existencia de Dios. Si Dios existe, el número es
definido, porque Dios sabe cuántos pájaros vi. Si Dios no existe, el número es
indefinido, porque nadie pudo llevar la cuenta. En tal caso, vi menos de diez
pájaros (digamos) y más de uno, pero no vi nueve, ocho, siete, seis, cinco,
cuatro, tres o dos pájaros. Vi un número entre diez y uno, que no es nueve,
ocho, siete, seis, cinco, etcétera. Ese número entero es inconcebible; ergo, Dios
existe “.
Jorge Luis Borges
Y conste
que dice “cierro los ojos y veo…”
"Ciento volando de Catorce" los llamó a Joaquín en su poemario y por supuesto al escribirlo, los había liberado ya.
"Ciento volando de Catorce" los llamó a Joaquín en su poemario y por supuesto al escribirlo, los había liberado ya.
El mapa nunca es el territorio; ergo, Dios existe.
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