miércoles, 20 de octubre de 2010

A un año del MILAGRO

A veces se me hace necesario hacer un recuento de las cosas y de las personas que han dejado marca en mí. A veces pienso que sólo conocemos una parte de la verdad, la más visible y que hay otro significado en las cosas, el verdadero sentido, que se nos aproxima tiempo después, un mes, un año o seis años más tarde, aún 12 y a veces, jamás… no sé que les ha pasado conmigo a las personas que no me han mostrado el alma. No ha todos les he mostrado la mía tampoco.

Ya ha pasado un año. Pero todo empezó mucho tiempo atrás, cuando siendo chicos vivimos en el mismo edificio, a tres pisos de diferencia.

Cuando te vi por primera vez, estaba yo con la chica con la que vivía en aquel entonces, nosotras en el palier y vos entraste. Te vi y la miré a ella, bajando la cabeza, asintiendo como una manera de decir “está bueno”. No tengo idea cuándo me viste vos. Sé que por años confundiste mi nombre con el de mi mejor amiga, - estaban pegadas, me dijiste, Fer – Jose, Jose – Fer eran un bloque yo no les decía el nombre porque no sabía cómo se llamaba cada una. Poco tardamos en formar un gran grupo de amigos, los del edificio de Illia. Yo te miraba pero de lejos, aún era muy prejuiciosa y tus remeras de rock no me simpatizaban y además, estabas todo el día con la del 11° – ya no me acuerdo si era 11 o 14 – y ella, si bien usaba ropa normal, tampoco me simpatizaba pero no podía definir por qué. El año pasado te comenté al respecto: - o estabas con ella o te tenía un hambre mortal y yo siempre preferí dejar las presas de otros en las garras de los otros. Y me contaste la historia.

Yo todavía era muy inocente, así que de las 30 veces que me viniste a hablar jamás interpreté que podía ser para algo y transcurrido el tiempo los dos nos pusimos de novios. Pero con otros. – No me gusta esa novia que se eligió - le decía a las chicas, no entiendo por qué ese pibe sale con esa mina… Las reuniones del edificio se seguían sucediendo y no faltó la que llevamos a nuestros novios con nosotros, vos la tuya, yo el mío. Y una vez nos tocó el mismo taxi para ir al Chateau. Yo pensaba: … no me puede tocar en el taxi con este y la novia… Cuando te lo conté, años después: vos también te acordabas y por tu parte pensabas, según lo que dijiste: - esa mina no puede estar de novia con ese impresentable… Igual entre nosotros sólo intercambiábamos un par de palabras. Nunca nada antes, menos en ese momento.

La onda esa de ponerte remeras de rock se te iba pasando, el tiempo también pasó y te mudaste.

Año más tarde, nos juntamos en tu casa. Casa con asador tenías, así que en grupo nos dirigimos a tu hogar. No tenía la menor idea de qué era de vos y de tu vida; tampoco me preocupaba ni me ocupaba demasiado el tema, un asado era un asado y a eso no se le dice que no. Yo seguía de novia, pero mi novio era tan salidor que no había fin de semana que yo no tenga a su vez 3 días disponibles para planear salidas, asados, juntadas y así lo hacía, indefectiblemente. Tema que aprovechaste ese día cuando me hablaste: - vos muy de novia, muy de novia pero no hay salida en la que no te vea, muy de novia pero ese chico se va todos los fines de semana y vos, yo sé que vos te quedarías con él pero bueno… hay gente que no sabe lo que tiene y hay otra gente que sí sabe quien sos pero conmigo nada. Yo me reía de tus bla, bla y los dejaba pasar. Vos ya estabas solo otra vez. Los asados se repitieron un par de veces más, tus cuestionamientos de por qué no te daba bola también y otra vez dejamos de vernos.

Fui yo la que me mudé de edificio, cambié de compañera y estaba a punto de vivir lo que fueron tal vez los tres años más felices de mi vida. Conocí a mi segundo novio al que amé con todo, el primero voló, lo había aguantado mucho, aún sabiendo que tenías razón en tus observaciones. A mí misma me decía: ya se dará cuenta pero no, no se dió cuenta hasta que fue tarde.

Empecé a vivir con otra de mis mejores amigas, Laura. Entonces Jose, Lau y yo estábamos juntas todo el día. Eso me hacía feliz, la facultad iba sobre ruedas, el tiempo restante estaba con mi novio y con el grupo de amigos que compartíamos por aquellos años. Viví momentos que fueron sumamente divertidos y emocionantes. Me acuerdo que tenía ataques de risa, me dolían las mandíbulas y los abdominales de tanto que me reía – desde entonces que no me río así.

En esa época te crucé una sola vez en la calle, por la Independencia vos volvías de tu facultad y yo iba a la mía. Barbagallo, me dijiste, tantos años sin verte… ¿vas a venir a casa a tomar unos mates? Te dije que no, que yo estaba felizmente de novia y conocía tus intenciones. Vos siempre de novia, me dijiste. ¿Con el impresentable seguís? No, con un mendocino. Por eso nos dejás a los sanjuaninos de lado… está bien. No tengo apuro.

Los años volvieron a pasar, el brillo de esos días se opacó y no supe o no quise seguir adelante. Seis años se cumplieron de conocerte, de verte aquella vez entrando al edificio. Transcurría abril o mayo… quedaba muy poquito de los días cálidos y el invierno se acercaba. Yo sin novio hacía muy poco tiempo, muy herida también. Y cuánto más herida, siguiendo mi estilo, más erguida por ende divinamente yendo de allá para acá. Ya había terminado la facultad y estaba trabajando, me había quedado en Córdoba para hacer el postgrado. Abre un boliche nuevo cerquita de casa al que iba jueves, viernes y sábado porque tenia entrada free. Esa noche fui con mis compañeros de trabajo y te vi, dos años después del cruce en la calle.

¿Seguís de novia? – dijiste. – No, respondí y sonreí, continué con la pregunta: - ¿y vos? – Sí! - me dijiste. Yo no sé si se me vió la cara de desconsuelo, de “otra vez sopa” pero respondí: - qué bueno, ¡me alegro!- mientras pensaba: “y la p… m… que los p… ¿este tipo y yo nunca vamos coincidir?” Y para mi el noviazgo siempre fue sagrado, aún en aquel momento en que me cuestionaba a diario por qué tenía que ser fiel, por qué no podía tomarme las cosas mas Light. Y me fui con esa indignación a seguir bailando… es más le conté mi historia a mis compañeras de trabajo y les decía: 6 años hace que lo conozco, primero me gustó pero con esas remeras de rock que usaba no me animaba a acercarme, y después o está de novio él o estoy de novia yo, los dos sabemos que hay algo pero nada, siempre nada. ¡Y se los contaba con enojo!

A la semana de eso, abrí mi casilla de Hotmail: era todo un descubrimiento que aparezca un mail en esos años de alguien del que una nunca tuvo la dirección. Ni sé de dónde la sacaste. El mail decía algo así: “Me quedé pensando en vos, qué bueno que hay un tiempo en tu vida sin que estés de novia, yo ya no tengo. Me gustaría verte. Te paso la dirección de mi dpto o pasame la tuya y paso un día de estos. Beso.” No respondí. Estaba muerta de miedo.

Me fui a la casa de Jose, yo estaba asustada. Sí, asustada y ansiosa, le dije a Jose: - me escribió y yo no quiero estar de novia, estoy mal todavía como para estar de novia. Hace 6 años que lo conozco, me gusta mucho pero no lo quiero y tampoco me va eso de estar porque sí con alguien. Jose me dijo: - Fernanda, estás re rayada. No te adelantes así, el flaco te dijo de pasar por tu casa a tomar mates y nada más. Después verás qué te va pasando… - Es que yo no quiero ver que me va pasando… no se dio ese día que lo ví y ya está. (Ahora me doy cuenta que ya empezaba a huir del compromiso apenas lo olía nomás, apenas se acercaba una posibilidad con alguien que me gustaba, cuanto más me gustaba más deseos de huir tenía). Salí de la casa de Jose, pensé que no quería estar tan rayada, me parecía muy triste mi susto. Ya estaba “cerrada”, ya en ese tiempo había dejado de ser yo, ya no creía que el amor valía y por ende, tampoco era válido abrirme a la nada. Ya pensaba que mejor ni intentar, cortarla de una, zafar de manera simple y sin anestesia: fuera! Sin anestesia y sin dolor, me decía, si tampoco sentía mucho.


Igual respondí el mail, una parte de una no se resigna a bajar los brazos así. Otra parte no piensa volver a moverlos por nadie.

Salimos tres meses. Yo recuerdo más mi propia tristeza que a vos, la bronca que todavía me daban las cosas que me dolían. Me acuerdo que me mirabas de lejos, como si me buscaras un tornillo, me acuerdo que comíamos juntos algunas veces, me acuerdo que te preguntaba por tu ex y no querías hablar. Yo tampoco hablaba del mio. Me acuerdo de una tarde en la plaza de la Intendencia, de volver a tu casa, de escuchar Roger Waters abrazados y de llorar. Yo no lloraba por vos pero era más fácil hacerlo si estabas ahí, creo que también estabas en tu mundo y ni te diste cuenta. Ni sé qué hacías vos mientras me abrazabas. Después me dijiste – gracias por no hablar, necesitaba que me abraces y silencio.

Yo en esa época no te conocí, me parecías “ido”. (Hoy sé que yo estaba “ida” también). Llegó un momento en que empezamos a vernos una vez por semana, cada vez menos, hasta que te dije: - ¡esto es cualquiera, basta! Fui a tu casa retobada, busqué el libro que te había prestado que estaba aún a medio leer. Vos me mirabas y dijiste: - ¿podés dejarme el libro hasta que lo termine? Después te lo llevo a tu casa. – No, te dije yo, comprátelo si te gustó. Respondiste: - ¿puedo saber por qué estás así? Y te dije: - porque basta, estamos juntos y es un embole. No sé si querés estar conmigo o no, no sé qué querés, no me enamoré de vos pero le ponés tan poca onda que tampoco me voy a enamorar nunca. Sos lo que hay, no lo que quiero. Me miraste, bajaste los ojos en un gesto como de meterte el enojo adentro y dijiste: - y vos sos la persona más sincera y desubicada que conozco. ¿Era necesario que digas así esa última frase?-. Te dije que no dés más vueltas, que está bien, que tenías razón en eso pero que tampoco vos podías decir otra cosa si me hablabas sinceramente como te estaba hablando yo, que mejor me iba. Y me fui.

A la cuadra miré para atrás por si venías, a la cuadra y media empecé a llorar, los lentes de sol me permitían disimular mientras caminaba por la calle. Fui a la casa de Lau, ya viviamos separadas tras la llegada de sus hermanas, y lloré un rato más con ella. Le dije: - yo ya no puedo querer a nadie y nadie me puede querer a mí.

6 meses después, en Diciembre de ese año te encontré en la calle. Hablamos unos 20 minutos. Yo no sabía si ibas a saludarme, si yo me merecía tu saludo pero, como siempre, sonreiste y viniste a abrazarme. Te conté que había conocido a quien es hoy el papá de Dharma. Vos siempre de novia… me dijiste. Hace recién un mes, es muy pronto para que digas eso, respondi. (Y lo cierto es que yo seguía igual. Me había re contra enamorado de él sólo porque me agarró con las defensas bajas pero ante la primera de cambio, lo mandé a volar también. Pero como estaba enamorada de él, lo volvía a llamar pero como también estaba herida y sentía que él no me cuidaba de la manera que yo necesitaba, lo volvía a mandar a volar, sucesivamente. Qué le pasó a él, todavía es una incógnita…) Ese día, al verte, te dije: – Perdoname por lo de la última vez, tenés razón que no es la manera de decir las cosas. Me dijiste: - Ya está nena ni me acuerdo. Después te quedaste pensando y dijiste: - sabés… qué al principio yo no sabía quien eras, si querías vivir en un palacio y ser una reina o si querias vivir en una choza y estabas dispuesta a poner el lomo, pero ahora ya sé. Yo te miré con cara de no entender nada… Y seguiste: - pero ya pasó un poco de tiempo y me di cuenta que las dos cosas, vos querés y podés con las dos cosas y yo te traté sólo como una. No entendí a que apuntabas, te pregunté, me dijiste que no importa, que eran pensamientos en voz alta. Pero esa definición que diste ese día de mí, a fuego se me marcó. Nos saludamos y no nos volvimos a ver.

Mi vida siguió: volví a Rafaela, nació Dharma… de vos me acordaba como en un sueño lejano. Esas dos cosas me quedaron: mi “sos lo que hay…” Al día de hoy mis amigas más íntimas usan la frase a menudo: “como diría la Fer, no es lo que quiero, es lo que hay”. Y yo me río de mí cuando las escucho pero me río para no llorar: en verdad puedo ser muy hiriente y desubicada cuando siento que debo defenderme. También hay momentos que miro para atrás, reconozco mis errores y me mato de risa, para distender, es mi manera de disculparme a mí misma. Yo también soy lo que hay, a veces me exijo ser perfecta pero soy lo que hay, todos los días soy todo lo que hay y todo lo que tengo disponible, hay quienes les parece poco, hay quienes les parece mucho, hay quienes les parece suficiente. Y cuando no tengo mucha confianza con alguien me muestro así, más sarcástica e irónica que sensible. Pero el que me ha conocido un poco sabe que la ecuación real es al revés.

Jamás pensé que vos lo sabrías, jamás pensé que vos podías haberte dado cuenta que la ecuación real es al revés. En ese tiempo que compartimos estaba muy jodida, jodida y sin ninguna reserva en mostrar mis partes más duras todo el tiempo.

6 años volvieron a pasar desde aquel día en la calle, la tecnología avanzó a pasos siderales. Empecé a usar Facebook y el año pasado tuve la sorpresa de tu contacto, con un mail de 30 líneas en las que resumías tu vida. En otras 30 te conté sobre la mia, miraste las fotos de Dharma y al tiempito nos encontramos on line. – Quiero verte me dijiste. Mi respuesta: Jajajaja, ¿me voy mañana a San Juan o venis vos pasado? – Seguís irónica me dijiste y yo te estoy diciendo de verdad, te quiero ver. Encontremonos en un lugar intermedio, averiguo en la semana y te llamo, pasame tu tel.-

A mi me agarró otra vez el susto ¿vió? Y repensé la situación de ir de Jose y decirle: - yo no quiero vivir en San Juan. Me acordé de su respuesta de 6 años atrás y te pasé el teléfono. Me dijiste que era verdad que querías verme y yo te decía: bueno, vemos… Y me quedé pensando en si yo te quería ver o no, si quería hacer toda una movida por ver a alguien que… le tenía cariño y no mucho más que eso.

A las dos semanas le cuento a Jose, ¿sabés quién apareció? Y la ubiqué en los años, en las situaciones, - el que vivía en mi edificio, que salí con él un tiempito 6 años después. – No me acuerdo la cara me decía ella, pero sí me acuerdo de la historia. Y me pregunta, ¿vos querés verlo? Le dije: que se yo, sí, no sé bah… hace tantos años, andá a saber quien es hoy el pibe, yo no tengo idea y no llegué a conocerlo mucho. Me preguntó, ¿estás con Dharma el fin de semana? Le dije que no, que Dharmus se iba, que estaba sola. Bueno me dijo y mostró los dientes en un despliegue de picardía. Yo voy a San Juan este fin de semana con Martín, salimos en dos dias, si te organizás, venite.

Te mandé un mensaje corto y conciso: “Jose está yendo para alla a las carreras. Si estás, podemos vernos. Si estás complicado será cuando Dios mande”.

No tuve que hacer nada para que se dé, fue uno de los milagros que me sucedieron el año pasado. El lugar en el auto estaba, en el hotel también, tu disponibilidad fue absoluta, era uno de los fines de semana que Dharma se iba. Yo sólo dije ok. (Si la ley de atracción existe y estoy segura que sí, esto la había superado. La ley de correspondencia funciona antes en el Universo y de alguna manera con algo de eso tenía que ver).

Todo lo que sucedió después fue una sorpresa, absolutamente inesperada. Si yo hubiera presupuesto un quinto de eso capaz que me asustaba y no iba. De alguna manera mi miedo se ve coartado porque también soy una “mandada”. Hay momentos que pienso y no muevo un dedo y momentos en que internamente algo me dice que sí y yo sigo el impulso con la misma fuerza con la que viene y digo: - que sea lo que sea.

Vuelvo al primer párrafo de esta narración: "a veces el sentido de las cosas se nos revela muchos años después".

Al principio yo estaba con mi armadura puesta, la misma que probaba en aquellos años que salí con vos. De ese entonces al año pasado ya la llevaba con altura, ya podía mostrar mi “fuerza” de una manera más diplomática, cosa de asustar de antemano a quien no esté dispuesto a cuidarme. Entonces te contaba de la pila de fracasos de estos años, diciéndote al final: - hoy te lo cuento a vos, mirá qué loco, son cosas que pasan…

Levantaste las cejas, sonreiste irónicamente vos y me dijiste: hace 1 hora que te escucho haciéndote la heroína, yo hace 12 años que te conozco, cortala. Es más si te abrazo ahora te largás a llorar.

Mientras lloraba me dijiste, ya sé que mostrás las cosas al revés y más si te duelen. Después me dijiste: - “Hace 6 años yo era muy chico. Me daba cuenta de cosas que no te podía decir en aquel momento, cosas que me hicieron alejarme de vos y no tiene nada que ver con tu manera de mostrarte. Tus palabras me tienen sin cuidado, yo no entendía por qué no querías más encontrar un amor, querías un hijo, habías dejado de creer en todo. Estabas tan lastimada que era imposible acercarse a vos pero yo sé quien sos. O sea, antes de eso, yo te conocia antes de eso. En aquel momento sólo te dejé ir, esta vez te llamé para verte”.

Fue demasiado fuerte todo lo que pasó en ese viaje. Yo ya no me acordaba de quien era, la verdad que si ese día no lo escuchaba de tu boca, no lo recordaba. Por eso te lo pregunté y me dijiste: - si las puertas de mi casa están abiertas, si conociste a mi papá, a mi hermana, a mis sobrinas, si te llevé al bar de mis amigos, si te dejo la llave de mi casa y me voy a trabajar, es porque estoy tranquilo. Con vos estoy tranquilo, cuando alguien se hace el vivo salís con tu diccionario de moral y buenas costumbres, te mostrás como sos, mierda incluida… entonces uno sabe hasta cómo defenderse de vos esos días que estás atacada, a veces sos re insegura y le preguntás todo a Jose pero después te mandás una de las tuyas y tenés unos huevos más grandes que los de cualquiera y das la cara y te bancás lo que venga. Y te dije: - yo no soy tan buena, mirá todo lo que sabés de mí y yo ni me tomé el tiempo de conocerte, te mandé al carajo y listo. No busqué entenderte, no busqué nada. Primero porque usabas esas remeras de rock, después porque te veía en otra… Pero ahora me doy cuenta que la que estaba en otra era yo. Hace 6 años me viste mejor vos a mí, que yo a vos. A mi me parecía que de a ratos yo te daba miedo y te ibas, - es que me dabas miedo y me iba. Y bueno cuando pasaba eso, que yo me daba cuenta que te alejabas pensaba: este pibe está en cualquiera y nada, me desconectaba de tal manera que ni sé. – Yo tampoco te mostraba nada de mí pero nada de nada. Yo no soy peleador como sos vos, soy tan cordial que no muestro la hilacha…

Fuimos por las montañas, tomamos cervezas en un garito perdido con el sol poniéndose. Volví a San Juan un mes después pero ya no era lo mismo, vos estabas otra vez sin mostrar la hilacha. Un galán pero sin mostrar la hilacha. Fumos a la cordillera, a las termas, a ese hostel perdido al lado de ese río de deshielo, cena familiar, el pedido de tu tía de que te cuide ahora que no estaba tu mamá, tu enojo por ese pedido.

Yo te dije lo que sentía - ¿ahora me querés que estoy a 900 km? Años vivimos en la misma ciudad… Los dos tenemos mucho miedo al compromiso, asumilo – me dijiste. Bueno respondí pero yo intento salir. Amablemente me dijiste que en Rafaela me iba a resultar más fácil. Te dije que no iba a insistir, que podía respetar que no quisieras.

Vos nunca viniste, yo nunca volví. Al mes escribí en este blog esos poemas fulminantes que yo escribo. Ante mi ausencia absoluta a los dos meses, me escribiste: “¿Vas a seguir siendo todo o nada como siempre?” Te respondí: vámos! que sabés que son sólo apariencias. ¿Todo? Si pensas que te di todo no me conoces, si pensás que porque nunca más te llamé ni te escribí ni fui para allá, eso es nada, es porque tampoco me conocés. Respondiste: tenés razón. Veremos qué pasa en 6 años.

Siguiendo las estadísticas faltan 5. No cuento como los presos los días. Al tiempo conocí a otra persona, sigo viviendo.

Yo no sé si tuvo sentido esa pseudo – relación de tres meses de hace 6 años pero esos días en San Juan, en octubre del año pasado, sí. Creo que si alguien logró abrirme un poquito fuiste vos y tu generosidad y tu contención y tu aceptación de quien soy. Puede que hayan confluido muchos factores y muchas personas y el mismo universo haya conspirado para que esos días sucedan. Yo tengo una sola palabra para decir: GRACIAS.

Después de vos y si bien a veces lo olvido, después de vos entendí que todo tiene sentido y que eso que parecen coincidencias son arreglos del cielo para que nos sintamos bien. A veces una escribe poemas hirientes y después lo comprende.
No importa si no volvemos a vernos, donde quiera que estés, conmigo vas. Como dice Joaquín "conmigo vais, mi corazón os lleva".

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