miércoles, 2 de septiembre de 2015

Y aun tenía frío, ese frío que tiene la gente de Islandia que por más que se meta en esas piletas calentísimas de aguas termales, la sola necesidad de respirar con la cabeza afuera, hace que el frío no se vaya del todo. Y esa forma íntima de ser: reservada, solitaria, con tremendas distancias que franquear de una persona a otra, de un lugar a otro, de un corazón a otro. 
Y también esa urgencia de la gente que empieza a entrever que existe otra cosa, otro modo de estar, un calorcito que hace que el cuerpo baile solo y las cosas sean más cercanas y los recuerdos con menos reflejos de auroras boreales pero más llenos de sol. 
Y así andaba, silbando bajito, templándose.

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