domingo, 6 de julio de 2014

Algunas veces viajo por placer y otras, viajo por necesidad, y dejo que el viaje me salga al encuentro. Con lo que traiga, con lo que venga, con las emociones que empiece a regar en mi y que tiempo después florecerán, aún cuando florecer implique también deshacerme de cosas viejas. Yo no creo que la vida pueda permanecer igual. Escucho a las inglesas hablar, en este hostel, mientras un cuadro gigante de Milo me mira directamente a los  ojos, como una mancha de Roschard sin terminar. Dharma toca el piano en una habitación contigua.
En este espacio inmenso no caben dos puntos iguales y hay más hilos tensados, que los que nadie jamás puede imaginar. Con sólo cinco grados de diferencia, la mirada ya cambia de foco. 
Mientras muto, el universo completo me sigue. 
No sé quién escribirá mañana usando mi nombre. 

FB

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