Mirarme desde sus manos me hizo por siempre hermosa,
tal como él me veía, comencé a verme yo
y ni con su ausencia cesó la belleza
que el velo de mi timidez cubría.
Pero él quitó el velo y ¡oh, la belleza fue para siempre mía!...
Aunque el amor era otra cosa.
Si su amor hubiera bastado para disolver mi soledad
y entonces ¡oh, la compañía!... y sin embargo aquí me tienes:
poesía escrita en el agua.
A su sombra mi soledad fue más mía...
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