viernes, 2 de mayo de 2014

A él no hube de escribirle casi nunca
y el día que quise regalarle un poesía
tuve que inventarla con la cien, con los dedos,
con gramática y palabrería,
con las historias que nos contábamos
siempre a media luz.

A veces me pregunto por qué
fue tan mezquino mi corazón
si yo vivía para él, aunque de otra manera:
le cocinaba a diario, lo miraba a los ojos,
y solía cantarle una canción al oído
que hablaba de nosotros dos.

- El hacía su mejor intento
por salvarme de la soledad
y entonces yo a veces,
le dejaba creer que sucedía.- 

A él no hube de escribirle nunca,
ni presentí su llegada,
ni escribí de él tras su ausencia
y cuando estuvo, viví para él pero de otra manera:
yo fui poesía.

Quizás, mientras estuvo, me salvó de la soledad...

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