viernes, 13 de abril de 2012

Dictado I

Yo no tengo nombre, no me llaman
los relojes ni las campanas de la iglesia,
no nací en ninguna hora del día ni de la noche
me desprendí del Universo de un sólo salto;
no llevo ropas, ni zapatos, ni perfumes.
Las hojas grandes de los árboles no esconden mi sexo,
soy como el candil que alumbra hasta apagarse,
ni el viento, ni el rocío, ni la luna me sosiegan;
juego como la tierra juega con las semillas nuevas.
Yo no tengo estación, ni paradero,
no tengo sal en las persianas, ni lustre, ni entrecejo,
soy lo que no se nombra,
efímero, insustancial, irreversible;
de arena y cal están hechas mis pisadas,
todo se borra tras mi paso, algún día hasta los astutos
olvidarán haber existido para sí y para alguien.
La gravedad no me sostiene y a las fuerzas físicas desoigo,
con el placer del que todo lo conquista porque nada es suyo.
Soy el sol en su breve estallido galáctico,
soy el cuarto rey del mundo, soy el tiempo...

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