No siento miedo de que seas real, tampoco siento miedo de que no lo seas. Todas esas cuestiones arbitrarias del tiempo, las clasificaciones, contar los pájaros, distinguir los colores; se vuelven irrelevantes.
Lo que me pasa con vos es equivalente a lo que a vos te pasa con la música. Por un pequeño segundo estas ahí: puedo verte, tocarte y de repente, todo cambia de plano. Ya no hay ni vos ni yo y lo que se configura en "nosotros" tampoco se distingue del resto del mundo, del resto de las cosas. Como un momento de gracia infinito lleno de contemplación, de redención y de paz - no puedo explicarlo de otra manera-. Y en ese momento, los sentidos me sirven pero no con la obediencia de un ciervo sino como danza milenaria de los ritmos de la tierra y el cielo. Y aunque no sepa bailar, bailo, bailamos.
• Los lobos cambian el curso de los ríos
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