Nunca entendí como Dios que miraba desde arriba (y así me lo figuraba yo al señor con los ojos en la gran maqueta que es el mundo) hacía para ver a la gente en los edificios... superpuestos, yuxtapuestos, unos reían, otros lloraban y los gestos se parecen, cómo distinguirlo - me obsesionaba pensar...
Pero ese día, debe ser porque yo estaba en el cuarto piso, que era él último y era de madrugada y la gente se superponía en las habitaciones pero no en el comedor... y él sólo a unos metros, en una casa cercana, sin pisos encima, despierto también, desvelado...
Debe ser por eso que ese día Dios pudo distinguir y dijo "he aquí el milagro" y en media hora, caminábamos de la mano los dos por el frío del barrio. Y lo que menos sentíamos era frío.
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